El Otro Río

Si se puede medir el tiempo, las experiencias son mejor unidad que las horas. ¿cuánto duran tres años y medio, cuántos meses? Este período en China ha sido tan rico que tardaré aún mucho tiempo en asimilarlo, en asentar todo lo que he vivido.

Cualquiera que haya viajado y que haya profundizado en los caminos que ha recorrido sabrá que la experiencia más enriquecedora y más compleja viene de la gente que se conoce durante el trayecto. Si el tiempo es flexible en función de lo que haga uno de él, conocer a una persona es, a veces, casi como vivir una vida más, o mejor aún, cambiarse la vida a uno mismo.

En este artículo quiero presentaros a Diego, Anna, Mael y Oiuna. Presentaros a cuatro grandes amigos que han sido uno de los mayores regalos de estos años de descubrimientos y aventuras.

Mael, Diego, Oiuna y Anna en Gutapa, la bicicleta que les trajo hasta China
Mael, Diego, Oiuna y Anna en Gutapa, la bicicleta que les trajo hasta China

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Los nuosu. El pueblo indoblegable

Poco tiempo después de haber llegado a Yunnan leí un libro escrito por un aventurero ruso el siglo pasado. Fue la primera vez que supe de la existencia del pueblo nuosu, y desde entonces he soñado con saber más sobre ellos. Leí que era un pueblo indómito y guerrero, tanto que en los mapas de China de entonces el territorio de Liangshan, donde este pueblo habita, era un espacio en blanco. Nadie sabía exactamente dónde estaban sus ríos y montañas porque los nuosu jamás reconocieron la autoridad de emperador alguno, ni permitieron que funcionarios o cartógrafos entrasen en sus dominios.

Retrato de un hombre nuosu

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Jinetes de la meseta tibetana

Por encima de los 3.000 metros de altura las extensas llanuras tibetanas parecen antes mares que montañas. Así como los barcos no necesitan caminos para navegar, tampoco hay sendas que limiten la libertad de un jinete tibetano. Igual que todo marinero otorga un nombre y un carácter a su barco, los tibetanos lo hacen con sus motos, que han resultado ser el sustituto lógico del caballo en un mundo donde el coche, con el engorro de sus caminos, sería un estorbo.

Hoy la provincia china de Tíbet (Xizang en chino) abarca más de un millón de kilómetros cuadrados, el doble que España. Sin embargo, este gran territorio no es más que el núcleo de lo que fue el enorme imperio tibetano y de lo que todavía hoy se conoce como el “Gran Tíbet”. Una región que se extiende a lo largo de cinco provincias chinas y que es tan grande como Europa Occidental. En él se hablan distintos dialectos del tibetano, las cumbres están cubiertas de banderas de oración, y cada rostro con que nos cruzamos nos recuerda que estamos profundamente inmersos en el Tíbet.

En los festivales de equitación tanto jinetes como caballos lucen las prendas más sofisticadas
En los festivales de equitación tanto jinetes como caballos lucen las prendas más sofisticadas

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¡Ri gua gua! Sobre grupos étnicos en Yunnan, sus culturas y paisajes

Según los autores chinos es un error entender “China” como la nacionalidad “han”. (*Para los que me seguís desde hace menos tiempo, aclaro, “han” es el grupo ético mayoritario en China, en torno al 91,6% de la población en 2010, pero hay otros 55 reconocidos oficialmente y, posiblemente, muchos más no reconocidos). Según la historiografía oficial china tanto la etapa de dominio mongol (dinastía Yuan, siglo XIII – XIV)  como la de dominio manchú (dinastía Qing, siglo XVII – XX) son casos que demuestran que un grupo étnico o “nacionalidad” puede sustituir a los han en el trono sin que China deje de ser China.

Sin embargo, Elliot Sperling doctor en la universidad de Indiana, pone en duda este punto de vista, refiriéndose especialmente al primero de los períodos. Si China es, desde antes de la dinastía Yuan, un estado multinacional en que los mongoles son una más de las nacionalidades que se hace con el poder, ¿cómo se explica que todos los historiadores de la época, incluidos los propios historiadores de la dinastía Yuan, no considerasen ni el Tíbet ni Mongolia como partes integrantes de China? Sus atlas y mapas consideraban China como el territorio en que habitaban los han. De hecho, hasta la revolución comunista el punto de vista mayoritario en diccionarios y textos históricos era traducir “han” como sinónimo de “chino”.

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Paisaje en Liming, Yunnan, al límite del imperio chino

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Fotografías del siglo pasado

Mi nuevo trabajo es emocionante, no sé si alguna vez llegará a ser una rutina sin más, pero por el momento, cada vez que abro la caja y veo que la fotografía está ahí, a veces algo sobreexpuesta, a veces con manchas porque el papel estaba parcialmente velado, otras, casi perfecto; cuando veo la fotografía revelada, decía, no dejo de emocionarme.
Esta fue la primera fotografía que conseguí revelar con éxito. Se la hice a mi amigo A Mu, lo acababa de conocer porque me interesé por las fotos que él hace y estuvimos charlando. Le encantó mi proyecto y me apoyó mucho desde el principio. Me alegré muchísimo de que mi primera foto exitosa le tuviese a él por modelo, y muy bueno, por cierto.

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La máquina de hacer retratos

Este invierno charlaba con Carlos, un buen amigo que fue compañero mío cuando trabajaba en un estudio fotográfico en Marid sobre fotografía y proyectos. Pensaba en qué podía hacer en Dali para ganarme la vida y me sugirió la idea de construir una cámara fotográfica casera. En aquel momento ni él ni yo teníamos clara la diferencia entre una cámara estenospeica y una cámara minutera y acabamos la conversación con la idea de que sería fácil que ambos construyésemos una. El proyecto resultó ser mucho más difícil de lo que esperaba pero, como le decía hoy a unos turistas con los que charlaba, ¡nada comparado con aprender chino!
A la parte técnica le he añadido un poco de disfraz y puesta en escena y resulta en esto:

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Yunnan, al Sur de las nubes

¿Cuánto dan de sí dos días? Usamos algunas horas, descansamos otras y, con frecuencia, perdemos la mayoría. En cambio, un viaje en tren de cuarenta horas ¡qué maravilla! Podemos escuchar dos discos de música sin hacer nada más que estar atento a cada nota y todavía quedan 38, leer de un tirón medio libro y quizás queden unas 34, un rato de charla, comer, y luego, sin tener la impresión de perder el tiempo, mirar por la ventana durante una hora sin ninguna distracción; podemos leer otras 4 horas, quizás terminar aquel libro que empezamos y apenas hemos usado un cuarto del tiempo que tenemos…

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Adiós a Guangzhou

El ajetreo de las últimas semanas en Guangzhou no me dejó escribir un último artículo sobre la ciudad en que he vivido un año y medio. Ahora, en un jardín que huele a menta rodeado de animales, no es tampoco el momento de escribir sobre rascacielos. Como no quiero irme sin decir adiós, lo hago con imágenes:

Guangzhou, barrio de Dong Shan Kou
Guangzhou, barrio de Dong Shan Kou

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De nuevo, Hong Kong

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(Debía haber publicado este artículo en febrero, pero, a veces por no tener tiempo y otras por no tener acceso a WordPress, lleva un mes y medio en mi escritorio)

Después de cinco semanas en España vuelvo a China y entro por el escaparate de sus contradicciones: SAR Hong Kong.

Es tentador describir la gran metrópolis con adjetivos típicos de la anti-utopía post industrial: la gran colmena, restaurantes como lineales de producción en serie, el ocio controlado, pantallas de televisión inmensas, “la ciudad te observa y te protege, ámala pues dependes de ella”. Es tentador, decía, pero un desperdicio.

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Y de regalo, las Petronas y el barrio chino de Kuala Lumpur

Peluquería callejera en el barrio chino de Kuala Lumpur

Antes de volver a China acepté, casi por compromiso, un regalo que se me presentó por casualidad. La escala que mi vuelo hacía en Kuala Lumpur resultó ser mucho más larga de lo que esperaba. ¡16 horas!

Para sentirme como en casa cuanto antes me alojé en el barrio chino de Kuala Lumpur. Me gustó sentir la vida en la calle, la comida monopolizando cada una de las relaciones sociales, el alboroto, la gran mesa redonda, la rudeza y la amabilidad: todo lo que le da carácter al barrio chino y que, por desgracia, no siempre se encuentra fácilmente en las modernas ciudades chinas.

En mi única mañana en Malasia fui a visitar las Torres Petronas, unos enormes rascacielos de hierro y vidrio no era lo que el cuerpo me pedía después de estos días en Myanmar. Aun así, me pareció maleducado rechazar aquel regalo (¡un prodigio de la ingeniería, un edificio único, emblemático! me dicen), así que me armé de valor y fui a visitarlas. Por suerte, una imagen vale más que mil palabras, porque no quisiera tener que pasarme mil palabras escribiendo sobre algo que, no dudo que sea bello, pero, desde luego, no para mí y en aquel momento.

Torres Petronas